MARÍA GUTIÉRREZ SIMÓN
Sonoridad amarilla.
(El vacío silencioso de un
espacio negro dura diez segundos. No hay sombras ni matices en esta oscuridad
vacía y sin aliento.
Uno a uno, los trescientos
integrantes del CORO, negras ropas y negros los globos oculares. Presencias
latentes y sin sombra, que llenan el espacio de energías contrapuestas. Frente
a ellos, un NIÑO aparece, cargado de colores. Se agacha y se deja observar por
la negrura, distraído. Sin mediar palabra, desde las cuclillas, el NIÑO
comienza a girar rápido sobre sus pies, levantando con su movimiento una ola de
humo azul brillante, mientras los colores que le aplastaban se desprenden de
una piel blanca y brillante, cegadora, que ocultaban. Grita. El CORO rompe
filas, cogen los colores desprendidos del NIÑO, y vuelven la espalda,
rodeándole, devolviendo el silencio negro al tiempo que, arrolladora, una
colina verde vibrante nace, impidiéndoles el movimiento tras ellos.)
CORO A. – (En un LA mantenido y chirriante.) ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!
CORO B. – (Rompiendo lo continuo del CORO A, en un único sonido de SÍ.) - ¡No!
CORO A. – (Con fuerza, alternando LA y LA BEMOL, mientras rompen el cuerpo con brutales
gestos.) ¡Ah! ¡Sí! ¡Ah!
(El
NIÑO sale corriendo. Se hace el silencio, en él, reina verde la colina.
Tras diez respirados
segundos de silencio, el CORO, A y B, vuelve a su lucha tonal, bajo, casi en un
susurro, agitando en sus manos los colores robados. Poco a poco comienzan a
angustiar su lucha sin desplazamiento. La sombra de los CINCO GIGANTES aparece
en la negrura del suelo, haciéndoles callar.
Una flor, sobre la colina,
anuncia la llegada de la luz, que comienza a ensuciar el negro y a teñir de
roña los ánimos del CORO, que en quince segundos han fundido su negrura en un
gris apagado, sucio, que hace brillar la flor, amarilla y limpia, contrastando
sobre la colina.)
GIGANTE 1º. – (En un susurro cargado de aliento, que hace
moverse la flor.) Shrrru…
GIGANTE 2º. – (Suave.) Uaaa…
(GIGANTE
3, GIGANET 4º y GIGANTE 5º comienzan a caminar, sin rumbo, dejando palpitar el
aire a su paso, haciendo bailar la flor.)
VOZ DE SERES. – (Desde un lugar del vacío.) Las flores
lo cubren todo, lo cubren todo, lo cubren todo.
(Súbitamente,
el gris que fue CORO atrapa en colores los gruesos tobillos de los CINCO GIGANTES,
que estallan en ligeras motas brillantes.
Los SERES atraviesan
corriendo el espacio.)
SERES. – (Creciendo en ritmo y en fuerza.) ¡Cierra los ojos! ¡Cierra los
ojos!
(Un
golpe en lo alto de la colina los paraliza. Se miran. Se alejan, se separan.)
SER 1º. – Cubrid de inocencia…
SER 2º. – (Girando compulsivamente por el espacio.)¡Cierra los ojos!
SER 3º. – (Agudo.) …la concepción.
SER 4º. – (Despacio, moviéndose con peso de un lado a otro.)¡Abre los ojos!
SER 5º. – (Contenido.) Miramos. Miramos.
SER 6º. – Delante. (En un grito.)Delante. Miramos.
SERES. – (Cada uno en su estado, empapado por la energía distinta de mil
colores.) Miramos. Miramos. Miramos.
(Continúan
su frenético latir hasta dejar que la violencia los agarre con fuerza, los lleve
y los taiga sin control, dejándoles estallar en un rojo sangre que lo impregna todo.
DOS SERES VAGOS surgen del
suelo, miran a su alrededor, asienten. La flor se mueve libre. Se miran. Se
van.
El chirrido de unas cadenas
empapa el silencio inevitable. TRES SERES CON MALLA ríen atravesando el lugar,
agitando las cadenas que arrastran.
Los trescientos del CORO
resurgen en la ladera de la colina. S mueven, se giran. Aúllan y gruñen. Las
cadenas frenéticas.
Silencio.
Una risa a lo lejos. La flor
amarilla se quiebra como un cristal contra el suelo. Silencio.
Se va el CORO. Se van las
cadenas. Corre el NIÑO, de un lado a otro. Desaparece el rojo sangre.
La nada. Oscuridad y
silencio.)