La
acción transcurre en una Iglesia desconocida en cualquier lugar desconocido e inhóspito.
ARIA y el PADRE ANDRÉS se encuentran en el confesionario de la Iglesia, separados por la pared
reglamentaria. ARIA, de rodillas,
vestida no de una forma muy católica. El PADRE ANDRÉS, sentado, con su sotana.
ARIA – Ave maría purísima.
PADRE ANDRÉS – Sin
pecado concebido. (Silencio largo y
dramático) Dígame, que la ha traído hasta la casa del Señor, joven.
ARIA – (Muy natural) Si yo le contará Padre,
una camina y camina y al final siempre acaba aquí. Claro, no es que haya
acabado yo nunca en una iglesia después de venir de fiesta.
PADRE ANDRÉS – (Sospechando) ¿Qué clase de fiesta?
ARIA – Una fiesta
cristiana, por supuesto, quizá tirando
más a bacanal romana que otra cosa, pero sin duda era cristiana. (Sin dejar responder al PADRE ANDRÉS) Me hace gracia estar aquí, ¿sabe? Yo
solo quería irme a desayunar, dormir la mona, pasar la resaca, solo que de
repente he visto la Iglesia, imponente, enorme, gigantesca y me ha entrado
miedo. No sé de qué, ni de quién pero he sentido un miedo atroz. Un miedo de
esos que te recorren la espina dorsal y he dicho “Aria, deberías empezar a
enmendar tus errores” pero es que realmente no sé por dónde empezar, tengo
tantos…
PADRE ANDRÉS – Pues por
el principio joven, Dios es benevolente con todos nosotros y la escucha a
través de mí, dispuesto a perdonarla.
ARIA le mira desconfiada. El PADRE ANDRÉS la incita a continuar con un gesto de las
manos. ARIA se remueve incomoda.
ARIA – (Suspirando) Es que yo tengo un poco de
todo, de allí, de aquí…Ya sabe, lo normal, pero en el fondo soy una buena
chica, mi madre siempre me lo dice, aunque…ya no tanto, si le soy sincera. Lo
que pasa es que yo santifico mucho las fiestas, usted ya me entiende, normalmente
viernes y sábado, pero si se me pone a tiro un buen jueves universitario y un
domingo de cervezas para pasar la resaca no soy capaz de decirle que no. ¿Ves
Padre? Ese es mi problema, me dejo tentar con gran facilidad, soy carne débil.
Por otra parte, nunca les doy dinero a los mendigos y cuando consigo un sitio
en el metro no se lo cedo ni a Matusalén, quien tiene un asiento en la Línea 6
a las ocho de la mañana tiene un tesoro Padre y no está el mundo para
desperdiciar. Soy descarada, maleducada, perezosa, soberbia y la mayoría de las
veces me domina la ira, a ratos, eso sí, luego se me pasa después de cagarme en
Dios. Aparte de eso he robado un par de veces, me he metido en un par de
peleas, he fumado un par de porros…Pero no más de tres para no coger hábito,
por eso de que hace al monje, sin ofender por supuesto. Y puestos a abrir mi
alma diré que soy una gran fan del sexo sin compromiso, porque a mí eso de
ponerme una fecha y una cancioncita con alguien me resulta repugnante y
vomitivo. Silvia dice que es que no quiero aceptar mis responsabilidades pero
yo la digo que coja sus bragas y se vaya, que con mierdas de persona madura a
mi cama no venga, que bastante tengo yo en mi vida como para plantearme si soy
lesbiana o no. Como si salir del armario fuera tan fácil, que a mí no me
importaría pero pudiendo andar por el medio de la carretera, ¿Quién quiere
elegir Padre?
El
PADRE
ANDRÉS está descompuesto. Se ha quedado
lívido y no sabe dónde meterse. ARIA se
acerca más a la ventanilla.
ARIA – Ya la toca a
usted Padre.
PADRE ANDRÉS – Jesús,
María y José, Madre mía de todos los amores y Virgen del Camino seco. Pero… ¿tú
de dónde has salido Lucifer?
ARIA – No, Aria, a
secas y no tome el nombre de Dios en vano en su propia casa Padre.
PADRE ANDRÉS – No sé qué
se puede rezar para purificar esa alma. (Santiguándose)
Nunca había visto tanto pecado junto en un mismo cuerpo.
El
PADRE
ANDRÉS sale del confesionario. Comienza a
santiguarse. ARIA le mira
desconcertada, sin saber muy bien que ocurre.
PADRE ANDRES – Vas a
tener que rezar toda tu vida a partir de ahora.
ARIA – Solo tengo libre
hasta las 11, que luego tengo clase. (Se
calla) Y tampoco sé muy bien como se reza.
El
PADRE
ANDRÉS se lleva las manos a la cabeza.
PADRE ANDRES – Pues
canta hija mía, canta por tu alma. Y a partir de hoy ven todas las semanas, tú
y yo tenemos trabajo que hacer con ese alma corrompida.
ARIA canta “Amado Mío” como si se le fuera la
vida en ello, con una voz bastante poco melodiosa. El PADRE ANDRÉS la acompaña con gestos motivadores de manos,
sin dejar de santiguarse a cada rato.
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