Reproductor

sábado, 23 de noviembre de 2013

Querido Señor.



"Es usted un rebelde"


CUADRO I

(Noche fría. Habitación de un lujoso hotel con una gran terraza que da a la plaza. Una butaca, una alfombra de pelo suave, unas cortinas gruesas, la luz de una lámpara de pie.
    En escena se encuentran la Señorita A y el Señor X. Ella es una mujer elegantemente vestida. Él, un hombre distinguidamente trajeado. Están envueltos en una frenética discusión)

SEÑORITA A. - ¡He dicho que se calle! ¡Cállese! No vuelva a empezar…

SEÑOR X.   - Lo que yo quiera…

SEÑORITA A. - ¡Lo que yo le deje! (Le sujeta la boca con ambas manos. Le pone esparadrapo en los labios. Se arrodilla ante él, y se sujeta con fuerza ambas manos. Le mira durante una larga pausa) Yo no he puesto las reglas, pero ya que están, hay que cumplirlas. ¿Querrías caer en la anarquía? ¿En el desorden? ¿En el caos? ¡No, no, no, muy señor mío! Al señor le entra la impaciencia, y nos vemos abocados al delito… ¡Hasta ahí podríamos llegar!

SEÑOR X. - (gruñe)

SEÑORITA A. - ¡Insisto! Las leyes están para cumplirlas.

SEÑOR X. - Grr…

SEÑORITA A. - Si yo le comprendo… créame… A mí también me gustaría ser rebelde de vez en cuando. Una pizca de egoísmo la tenemos hasta en las mejores familias… ¿pero a dónde iríamos a parar, mi querido señor? No, no, no… (Chasquea la lengua, luego sonríe) Ya sé que tiene usted muchas ganas…

SEÑOR X. - (Se agita en la butaca)

SEÑORITA A. - Lo sé, lo sé. ¡Cambiaremos de tema! Sí, sí. Esa será la manera en que no se le haga tan larga la espera, ¿qué le parece? Sí, sí… Lo sé, querido. ¡Ay! Es herencia de mi madre… sí… ¡Qué mujer! Siempre tenía grandes soluciones ante momentos de grandes crisis. Ha sido una suerte heredar esa virtud de ella. ¡Ay…! (Suspira) ¿Podría usted creerme si le digo que mi padre era como usted? Impulsivo y rompedor de las leyes… Pobre mamá… También ella se vio forzada muchas noches a… (Le mira, ruborizada) Bueno, a… Ya me entiende. (Pícara) Más de una noche tuvo que castigarle sin postre, y hacerle dormir en el suelo, a los pies de la cama… ¡Era tan impulsivo!

SEÑOR X. - …

SEÑORITA A. - Suerte que salí a mamá… No se preocupe usted. También heredé su fuerza. No tendrá usted opción, le someteré por la fuerza, y cantará usted en el momento exacto.

SEÑOR X. - …

SEÑORITA A. - Enseguida, caballero… Ya no queda nada. Mientras tanto, ¿qué tal si soy yo quien le canta algo a usted? ¿Conoce esa de… (Muy propia, soltándole por un momento las manos) Amado mío”
(Canta)


CUADRO II

 (La habitación está ahora desordenada, la butaca caída hacia la ventana, el hombre, tumbado cara al suelo. Ella sobre él, agarrando con fuerza sus brazos, cruzados por la espalda, sometiéndole como en una llave de judo)

SEÑORITA A. - ¡Mi querido señor, no debió hacer eso! Tratar de arrancarse el esparadrapo… ¿Qué es lo que pretendía? ¿Es que no tiene usted educación? ¡Aprovechar mi canción para tratar de saltarse las normas! ¡Qué barbaridad!

SEÑOR X. - …

SEÑORITA A. - Gruña cuanto le parezca… Ya se lo advertí. Estricta y fuerte, así soy yo. ¿Y usted? ¿Es que no heredó nada de sus buenos padres? ¿Dónde ha dejado su educación de colegio de pago, mi señor? No, no, no… No me venga ahora con lastimeras lágrimas… Usted me ha forzado a llegar a esta situación. Créame… Hubiera sido tan fácil esperar… ¿Y ve cómo ha puesto la sala? ¡Qué espanto! Ya sabe lo que tendrá que hacer pasado el momento de la canción…

SEÑOR X. - (Gimotea y llora)

SEÑORITA A. - ¡Ah, no! ¡No apele a mi sensibilidad femenina con esas lágrimas! (pausa) Si le comprendo, mi señor. En el fondo le comprendo bien… Pero entienda usted que es mejor así. Si yo no llego a reducirle a usted en su empeño en saltarse las normas… ¡sabe Dios en qué estado de anarquía habríamos terminado! No lo podía permitir… No, no… por favor, no me ponga esa cara… Si trata usted de ablandarme, se está confundiendo de camino…

SEÑOR X. - (tararea el “Amado mío” tal como ella lo ha cantado)

SEÑORITA A. - Oh, por favor, mi señor… No vaya usted por ahí… Yo… yo soy una mujer amante de la ley… No podría aunque…

SEÑOR X. - (eleva el tarareo)

SEÑORITA A. - Usted conseguirá ruborizarme, señor…

SEÑOR X. - (Insiste, hasta conseguir que ella entre en el tarareo)

SEÑORITA A. - ¡Mi señor! ¡Es usted un verdadero conquistador!

SEÑOR X. - (Alargando ahora la melodía)

SEÑORITA A. - ¿Y si le dijera que esa no es mi canción favorita? ¿Y si le confesara que sacrificaría mi respeto por la ley ante un hombre capaz de conmoverme con mi melodía?

SEÑOR X. - (Deja escapar un tímido gruñidito)

SEÑORITA A. - ¡Oh, señor! ¡Es usted un auténtico seductor!

SEÑOR X. - (Agitándose, en un nuevo gruñido)

SEÑORITA A. - ¡Tararee para mí “Granada”, mi señor!



CUADRO III

    (Se abre la escena con ella reducida ahora, atadas las manos a la espalda, con un pañuelo en la boca. Él la mira satisfecho)

SEÑOR X. - ¡Inocente criatura! ¿Creía que podría conmigo, eh? ¡Oh, estimada señora! Es usted una adorable criaturita… pobre criaturita. (Ella se sacude) Sí, sí… ¡proteste! Ahora es mi turno… ahora cantaré… cantaré saltándome cada una de las normas.

SEÑORITA A. - (Gruñe con fiereza)

SEÑOR X. - ¡Oh! ¡Qué encantador sonido el del gruñido! Sí… encantador… Pero es ahora mi momento. ¡Cantaré! ¡Cantaré tan alto que no quepa duda de que he quebrantado todas las leyes! ¡Cantaré la canción prohibida, antes del levantamiento de la prohibición! ¡Oh, dulce momento de satisfacción… ¿Qué dice? Perdóneme… no la he entendido… Sí, sí, claro que sí. ¡Anarquía! ¡Y rebelión! Sí… eso es lo que soy… auténtico rebelde.

SEÑORITA A. - (Comienza a tararear frenéticamente “Granada”)

SEÑOR X. - ¿Qué es lo que pretende usted?

SEÑORITA A. - (Cada vez con un ritmo más acelerado)

SEÑOR X. - ¡Oh, mi estimada señora! No conseguirá su propósito… ¡Cantaré  ahora mismo! En seguida comenzaré y su melodía no conseguirá despistarme…

SEÑORITA A. - (Cambia ahora a “Amado mío”, y las va alternando)

SEÑOR X. - ¡Me impondré a su divertida intención! La cuca… la cucaracha… ¡Por Dios!

SEÑORITA A. - (Eleva el tono, cambia el ritmo del tarareo, alto, jugando con el ritmo de sus pies contra el suelo)

SEÑOR X. - ¡Pare usted, señora! La cucaracha… (Incapaz de encontrar la melodía) ¡Cállese usted! No me obligue a hacer algo que no deseo hacer…

SEÑORITA A. - (Sigue, entre el terror y el éxito)

SEÑOR X. - ¡No me queda mucho tiempo! La cucaracha ya no puede… ¡Ah! ¡Basta! ¡Silencio! (crece su impaciencia) ¡Póngase en mi lugar! Toda la vida cumpliendo órdenes… siempre portándome correctamente… ¡Necesito ser malo! Romper la ley. Necesito la aventura de ser un héroe incomprendido que busca su propia rebelión… ¡Cállese, por favor… apenas queda un minuto para conseguir ser libre! ¿Es que no lo comprende usted? ¿Es que no le gustaría saborear por un momento la libertad?

(Ella se calla de pronto. Le mira, hay algo nuevo en su mirada)

SEÑOR X. - ¿Me ayudaría usted? (Ella asiente) ¿Si le quito el pañuelo… me dejaría cantar la canción? (Vuelve a asentir. Tras una breve pausa, él le quita el pañuelo)

(Ella comienza a tararear la melodía de “La cucaracha”. Él asiente, y le pone voz a la canción. Luego, satisfecho, la envuelve en un apasionado beso.

SEÑOR X. - ¡Sabía que tenía que ser usted una rebelde como yo!



FIN

María Gutiérrez Simón

No hay comentarios:

Publicar un comentario