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domingo, 1 de diciembre de 2013

Maria bonita y el narco Agustín


Escena Primera

(María y Agustín se gritan y forcejean con un revolver de por medio. Se oye un disparo en el mismo momento en que nos vamos a negro)


Escena Segunda



(Sube la luz lentamente y se empiezan a escuchar las primeras palabras en español de Amado Mío. María con una bata azul añil, está sentada a la izquierda en primer termino. A la derecha tres sillas y una mesa con un mantel deshilachado, en ella  dos botellas de tequila y una bajara de naipes, Al fondo centrado y en segundo plano una chimenea con dos taburetes y un puchero en el fuego. Sobre el alfeizar un altar con ornamentos mejicanos con dos retratos de difuntos: Emiliano Zapata a la izquierda y Pancho Villa a la derecha. María canta Amado mío a media luz.
Al terminar entra Agustín. Es delgado, alto, tiene una cicatriz en la mejilla que va del labio a la oreja, lleva una pistolera de espalda con dos revolveres. Entra nervioso y contenido, pistola en malo, repira agitado.)

Agustín: ¿Dónde está eh? ¿Donde está ese cabrón?


María: (se levanta sobresaltada) ¡Aqustín! ¡Aquí no hay nadie! ¡Estoy sola! Siempre sola... (Intentando abrazarle pero se aparta nervioso y se sirve un trago) Ni siquiera tú estás
, ni quiera estoy yo.

Agustín: (mira las balas del revolver y lo deja en la mesa, se enciende un cigarro, se sienta y se pone otro trago) Los chicos vendrán esta noche. Ponmelo fácil, hagamoslo bien. Si esto sale se acabarán nuestros problemas. Necesito tu apoyo, tienes que entenderlo estoy muy nervioso. Esa gente mató a Diego de Guzmán por un corrido que compuso para otro narco por encargo. Tenemos que hacerlo bien. Traeme la tana y la bolsa, empezaré a prepararlo.


(María sale y entra al momento con una bolsa y una báscula. Susurrando y triste empieza a cantar de nuevo Amado Mío)


Agustín: ¿Quieres callar mujer? ¡Todo el santo día cantando! ¡Qué alegrías tendrás para estar siempre cantando!


María: antes te gustaba, antes te gustaba cantar... (Agustín ya no escucha, está cortando la coca) Te sentabas a aquel piano que acabó convertido en leña y escribías las mas dulces palabras de amor a tierras y pueblos que jamás has visto, los mejores versos a ciudades que jamás has conicido del otro lado del oceáno: Toledo, Madrid, y aquella canción tan hermosa que parecía hecha para mi, Granada. ¿Recuerdas cuando nos casamos? Maria Bonita me llamabas, y me cantabas Granada.
(Le mira con una contenida expresión de desprecio) Nunca serviste para La Revolución, mantienes el altar a dos muertos que al menos tuvieron el coraje de morir y no vivir siempre tullidos ( recupera la nostalgia). Cántame otra vez Agustín, no me conviertas en la Llorona, ¡Cántame amor mio!

Agustín: ( se sobresalta pero no mira a Maria sino de reojo)  Empieza a preparar algo de cena para los chicos. Yo iré cuando termine a por tequila (se bebe otro vaso) a este paso no llegamos. Y llamaré a los mariachis, les daré una bienvenida de reyes. (Se sonríe) Aquí hay mucho dinero.


(María se marcha al fogón coje el puchero y se empieza a ir sumida en la pena. Agustín se conmueve.)


Agustín: No te pongas así mujer... Esas canciones no me daban ni la mitad que me da esto. Ya verás como solucionaremos todo lo que haya que solucionar.


Maria: (con dirección a la salida y sin mirarle) Ay de mi Llorona, llorona de azul celeste. No derjaré de quererte llorona, aunque la vida me cueste. (S
ale)

Agustín: (queda solo y también triste) Dicen que no tengo duelo Llorona, porque no ve ven llorar. Hay muertos que no hacen ruido y es más grande su penar. (Negro progresivo durante la estrofa hasta negro total)
 

 





  

 










      

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