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domingo, 17 de noviembre de 2013

Salón de fumadores


                                                       Salón de fumadores

                Saliendo del salón principal, dirección a la popa se encontraba la sala de fumadores restaurada de principios de siglo. En esa instancia, transcurrió la época donde las personas iluminadas tan solo por gas y queroseno dejaron de vivir en la penumbra de las velas, dejando paso a la electricidad.         
           Con preciosos vidrios tintados en las ventanas con ilustraciones de caza, pesca y celebraciones a lo largo de las cuatro estaciones del año, la pintura y los pequeños tapices ponían un tono colorido y brillante al entorno, como los paneles de madera que lucían un caoba oscuro con detalles minimalistas en los apliques de tono dorado , que hacían contraste con los colores claros y le daban al salón un toque de elegancia, de cuidado hasta en la más delicada curva. La sala de fumadores era de estilo Luis XIV, repleta de sillones y mesas, dignas de la aristocracia, y un espacio de baile con orquesta donde se encontraba un mueble bar donde servían, vino, whisky, brandy, cava, cafés, té...
Al final de la barra, se encontraba una vitrina llena de puros y pipas de calidad, con aquellas mezclas inglesas de inigualable sabor, de tabacos naturales e impecables, redondos, que vendían a los pasajeros.
Era el salón para después de la cena a principios de siglo, el lugar predilecto para los caballeros de primera clase, el sitio donde las volutas de humo y el olor a licor acompañaban a una relajada tertulia carnavalesca y nocturna.
Los músicos empezaron a tocar y el cantante de alargado rostro, con su ceja arqueada y el codo ligeramente doblado entró en escena nuevamente, casi de improvisto, dando a conocer a los pasajeros una peculiar pose. Con una mirada sátira e intrigante con la más estudiada apatía empezó a cantar con sus melodramáticos finales de frase propias arrastradas “Granada”, haciendo que en su tumba el gran tenor Alfredo Kraus se retorciera de celos.
En tiempo de carnestolendas sus tacones empezaron a desfilar aquella noche por el salón. Los hombres casados inclinaban hábilmente la cabeza para verla, ¡era un verdadero espectáculo!, ¡nadie podía resistirlo!.
Su pecho erguido por su ceñido corset, sus anchas caderas y su cintura afinada, su falda ajustada que le resaltaba su preciosa figura y su gran sombrero adornado con exuberantes plumas.
Era el antiguo nuevo ideal de mujer que miraba por encima de su hombro a todos los hombres que deseaban mirarla por debajo de su rodilla.
Yo estaba absorto en el momento en el que entr
ó en la sala de fumadores y se sentó a mi lado cogiendo la única copa que me permitían tomar estando de servicio, bebiéndose todo su néctar de un simple trago, mi vino Emilia Galotti.Cuando me percate, extrañado gire la cabeza y me miro de lado, por la rejilla de sus grandes ojos azules,
y me susurró al oído produciéndose una elipsis inmediata:
-Amado mío, love me forever, and let forever begin tonight.

                  
         Sus tacones se torcían al andar, no podía ni mantenerse de pie, el oleaje de su cabeza le hacía balancearse de un lado hacia otro, a la par de las olas del mar, haciendo que por los cantos de su cabeza se derramase todo el alcohol que minutos antes había ingerido.
Zigzagueaba por los pasillos buscando con ella mi cuarto cuando, un golpe fuerte de la marea de su sesera hizo que se cayera inevitablemente al suelo.
Ella no podía contener la risa mientras se intentaba levantar apoyándose en la pared.
La intenté ayudar pero se quitó de en medio la mano que le ofrecía ayuda, gritándome con desprecio que no la tocara. Ella no necesitaba ayuda, y menos la de un hombre.
En el suelo de mi camarote, como una alondra sin dejarme escapar de su sadomasoquismo, encima de mí, su “Amado mío, love me forever, and let forever begin tonight.” se convirtió en la canción de “la cucaracha”, por su supremacía ante la situación y mi tono de piel mulata.
Era una Julia de Strindberg desequilibrada, pero, sin yo poder caminar, como me hizo el amor aquella noche de carnaval.



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