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miércoles, 4 de junio de 2014
Fernando Guillén
Este actor barcelonés, nacido en 1932, es conocido por lo polifacético de su arte. Comenzó en el Teatro Español Universitario cursando entonces la carrera de Derecho, carrera que acabó abandonando para dedicarse únicamente a la interpretación. En este punto conoció a otros coetáneos como Adolfo Marsillach o Agustín González.
En 1952 comenzó su carrera profesional trabajando en las compañías de Fernando Fernán Gómez y de Conchita Montes, hasta que en la década de los 60 formó con su esposa Gemma Cuervo su propia compañía. Es conocido por querer “modernizar” el teatro español y a través de esta compañía se enfrentó al régimen franquista estrenando obras de Arthur Miller, Jean Paul Sartre, Harold Pinter y Albert Camus de quien estrena en el 69 “El malentendido” obra que marcará profundamente a Fernando, protagonizada por su mujer y que será la espina de su hija Cayetana hasta el 2013.
Debutó en la gran pantalla en 1953 con “Un día perdido” de Jose María Forqué, aunque será en televisión donde más carrera audiovisual hará en las dos décadas siguientes gracias a su amistad con el realizador y antaño compañero Marsillach, y a Pilar Miró. Cuentan títulos de Estudio 1- siendo uno de los cinco Don Juanes del programa-, “Levántate y Lucha” o “Marie Curie” del espacio “Novela”, en series míticas como “La saga de los Rius” y no tan míticas como “Motivos Personales”.
En los años 80 y 90 se complace de ser “un chico Almodóvar”, participando en “Todo sobre mi madre”, “La ley del deseo” y “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. También trabajó a las ordenes de José Luis Garci en “El Abuelo” o con González Suarez en “Don Juan de los Infiernos” por el que ganó el Goya al mejor actor protagonista en 1991.
Fernando Guillén se retiró de los escenario en 2007 tras estrenar “El vals del adiós” de Louis Aragón, acto que el actor español consideró sumamente solemne.
Murió tras una larga enfermedad el 17 de enero de 2013 dejando tras de si el esfuerzo de toda una vida de tablas, dos hijos consagrados a su arte- Fernando y Cayetana- y el recuerdo de una voz tan fuerte como inconfundible.
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